Compensación de insuficiencias

Los servicios importantes pueden ser difíciles de obtener en medio del Pacífico. Conozca a los educadores que ofrecen recursos que los establecimientos educacionales de San Cristóbal no pueden ofrecer.

Compensación de insuficiencias

Los servicios importantes pueden ser difíciles de obtener en medio del Pacífico. Conozca a los educadores que ofrecen recursos que los establecimientos educacionales de San Cristóbal no pueden ofrecer.

REPORTERO

Kate Slate

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Chase Cofield

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Angelica Edwards
J’sha Gift

INTERACTIVO

Jacob Turner

Andrés Játiva vive con su madre, Bella Plaza, en el segundo piso de un anticuado edificio municipal en las Galápagos. Aunque Plaza ha vivido toda su vida en San Cristóbal junto al agua azul y en medio de la flora y la fauna local, la isla carece de las adaptaciones educacionales que su hijo necesitó durante su juventud.

A Játiva, que actualmente tiene 28 años, se le diagnosticó síndrome de Down cuando tenía 3 años. Mientras crecía y estudiaba en la escuela de la isla, su madre sabía que el niño tenía pocas oportunidades. Los jóvenes con problemas de desarrollo pasan la mayor parte de su tiempo en casa, según Plaza. Se necesita una desconocida como yo, una extranjera, para entender por qué.

Las tiendas son pequeñas, con espacios suficientes solo para que una persona sin discapacidades se desplace a pie por los pasillos. Hay pocas rampas en la isla y la que vi tiene una escalera que hay que subir a pie para alcanzarla. La isla está diseñada para galapaguenses de desarrollo normal.

“Para mí este es el mejor lugar del mundo. Quizás no hay acceso a todo, pero la vida es sana,” declara Plaza.

REPORTERO      Kate Slate

FOTO      Chase Cofield

VIDEO     Angelica Edwards | J’sha Gift

INTERACTIVO      Jacob Turner

Andrés Játiva vive con su madre, Bella Plaza, en el segundo piso de un anticuado edificio municipal en las Galápagos. Aunque Plaza ha vivido toda su vida en San Cristóbal junto al agua azul y en medio de la flora y la fauna local, la isla carece de las adaptaciones educacionales que su hijo necesitó durante su juventud.

A Játiva, que actualmente tiene 28 años, se le diagnosticó síndrome de Down cuando tenía 3 años. Mientras crecía y estudiaba en la escuela de la isla, su madre sabía que el niño tenía pocas oportunidades. Los jóvenes con problemas de desarrollo pasan la mayor parte de su tiempo en casa, según Plaza. Se necesita una desconocida como yo, una extranjera, para entender por qué.

Las tiendas son pequeñas, con espacios suficientes solo para que una persona sin discapacidades se desplace a pie por los pasillos. Hay pocas rampas en la isla y la que vi tiene una escalera que hay que subir a pie para alcanzarla. La isla está diseñada para galapaguenses de desarrollo normal.

“Para mí este es el mejor lugar del mundo. Quizás no hay acceso a todo, pero la vida es sana,” declara Plaza.

La vida sana llegó a expensas de los recursos educacionales para Játiva durante toda su infancia. En días festivos, como el Día Mundial del Síndrome de Down y el Día Internacional de las Personas con Discapacidades, Játiva era la cara de la discapacidad y un espectáculo para los lugareños no discapacitados. Sin embargo, el resto del año Játiva vivía solo en la periferia visual de la isla, especialmente en la escuela.

“Andrés nunca, nunca iba a estar a la par con los demás,” declara Plaza. “Y los maestros de aquí, la gran mayoría son perezosos. No les gusta atender a un niño especial. ¿Por qué? Porque un niño especial significa más trabajo.”

Andres poses for a portrait
Bella poses for a portrait

(L) Andrés Játiva and his mother Bella Plaza (R) have struggled to find adequate special education anywhere in Ecuador including on San Cristóbal

El Ministerio de Educación de Ecuador no diseñó escuelas en la isla para estudiantes como Játiva, que necesitan apoyo adicional de parte de los maestros para aprender el material del curso. Desde entonces, los educadores locales se han encargado de hacer adaptaciones, pero para Játiva la situación era terrible.

Plaza sintió que la trayectoria de su hijo era limitada y se mudó con él a Ecuador continental en 2008 después de darse cuenta de que los educadores de la isla no le estaban ofreciendo oportunidades justas.

“Tuve que buscar una educación privada especializada [en el continente] para preparar a Andrés para la vida,” afirma Plaza.

“Sé que no va a ser arquitecto, médico o abogado, pero quería que estuviera preparado para la vida.”

Bella Plaza

Después de los cuatro años que estudió en Quito, Játiva y su madre regresaron a San Cristóbal y se encontraron con un panorama educacional que no había cambiado mucho desde que se habían ido. Esto se vio agravado por un ambiente escolar de drogas y mal comportamiento de los cuales Plaza quería alejar a Játiva. Una vez más, se vieron obligados a abandonar el lugar al que querían llamar hogar y se fueron a Guayaquil.

Meet the Students of San Cristóbal

There are nearly 400 students on San Cristóbal, a diverse group representing the entirety of the island’s populace. For years, schools in the Galápagos Islands have struggled to meet federal standards, but there is more to a student than their test scores. Hover over the dots below to learn more about each one of these students.

Ahí Játiva hizo su bachillerato mediante un método de aprendizaje mixto. Iba a clases en el campus dos días a la semana y el resto de la semana estudiaba en su casa con material educacional modificado. La educación correcta que recibió Játiva en Guayaquil le permite vivir actualmente de manera autónoma en San Cristóbal, lo cual es un privilegio del cual carecen muchos como él.

Plaza es una de numerosas personas de San Cristóbal que compensa las insuficiencias del sistema educacional de la isla. Si se presta suficiente atención, se ve que estas insuficiencias no ocurren solo en las Galápagos sino que reflejan problemas que se encuentran en cualquier parte del mundo. Afortunadamente, las generaciones mayores de la isla consideran que es su misión compensarlas. Los artistas y los educadores alternativos han cuestionado a quién se dirige la educación tradicional y qué debería dar tal educación.

¿Su respuesta? Educar ellos mismos.

Mente sobre materia

En marzo de 2020, cuando la pandemia dejó a los estudiantes de todo el mundo en casa, los niños de Ecuador estaban disfrutando del equivalente a las vacaciones de verano. Fernando Mendoza García, coordinador estudiantil de la escuela secundaria pública Ignacio Hernández de la isla, entendió las implicaciones que la vida de pandemia tendría en el estudiantado.

“Tenemos alrededor de 250 estudiantes, lo cual es una población estudiantil bastante pequeña,” explica Mendoza García. “Pero esta población también es muy significativa para nosotros porque prácticamente nos permite trabajar de manera personalizada con los estudiantes.”

Tener pocos alumnos por maestro le permitió a Mendoza García asumir un rol que antes no existía: proveedor de apoyo emocional.

La pandemia menguó la asistencia estudiantil. ¿Por qué los estudiantes no se presentaban a clases en línea?

Blue exterior of the Ignacio Hernandez High School's main building

Even after a return to in-person teaching, students and teachers are still struggling to recover from the pandemic’s academic and emotional effects.

Tal como sucedió cuando noté la falta de lugares físicamente accesibles en la isla, solo una extranjera como yo pudo ver rápidamente el vínculo lógico entre la pandemia y el ausentismo escolar: hay poca Internet en la isla.

Casi dos tercios del estudiantado de la escuela secundaria Ignacio Hernández provienen de familias de bajos ingresos. Además, solo el 30% de los estudiantes tiene acceso a Internet en casa, según la directora de la escuela, Paola Quiroga.

Esto era claramente un problema para la educación a distancia.

“Los estudiantes sin Internet necesitaban un archivo físico para hacer sus tareas y deberes,” explica Quiroga. “Eso causó un desequilibrio total porque los que tenían acceso a la tecnología tenían acceso a la educación y los que no, no podrían pasar de curso.”

Sin acceso al hogar a través del aprendizaje virtual, los establecimientos educacionales tenían poca información sobre cómo les estaba yendo académicamente a los estudiantes. Y por extensión, como les estaba yendo emocionalmente. Mendoza García, ocasionalmente acompañado por Quiroga, comenzó a hacer visitas domiciliarias.

La violencia doméstica es común en la isla y la depresión causada por la pandemia no hizo más que agravarla. A muchos estudiantes les resultaba difícil estudiar con tantos factores externos que perturbaban su rendimiento. Además, sin Internet, los estudiantes se enteraban solo de fragmentos de noticias sobre la pandemia que los llevaban a temer lo desconocido, según Quiroga.

Quiroga y Mendoza García comenzaron a ofrecer clases nocturnas a estudiantes que no podían cumplir con los indicadores educacionales durante los primeros meses de la pandemia. De esa manera, esos estudiantes podrían trabajar y ganarse la vida en la isla mientras hacían sus estudios.

Mendoza García también extendió su apoyo emocional a los padres. Habló con ellos para explicarles la importancia de la conexión a Internet y el alivio emocional que podría mejorarse en el hogar para promover el éxito de los estudiantes en el aula.

Si bien Mendoza García es un educador en el sentido tradicional, su papel en el terreno psicológico es cada vez mayor. Dar apoyo emocional nunca figuró prominentemente en la descripción de su trabajo, pero Mendoza García ha aprendido que el éxito de los estudiantes incluye avances en el frente emocional.

La música es medicina

Cada fin de semana, las calles de San Cristóbal se llenan con el sonido de DJs y músicos que tocan canciones tradicionales latinas bailables tanto para los turistas como para los lugareños. Pero aunque la música es un aspecto fundamental de la cultura de la isla, hay muy pocos cursos o actividades de educación musical en las escuelas públicas.

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Campués smiles as she watches her students perform. Three students perform next to her with one of them playing guitar.
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Las chicas jóvenes llevan leggings

Al otro lado de la calle de un parque infantil en San Cristóbal se encuentran los restos de una tienda de videojuegos. El escaparate de la tienda sigue dando la impresión de que se venden productos electrónicos, con un mural en el costado del edificio y la puerta cerrada que sugiere que el propietario simplemente está fuera de la oficina. Cuando llega la hora dorada, Belén Vásquez sube la puerta del garaje de la tienda y abre su estudio de danza donde enseña una variedad de bailes a mujeres jóvenes y niñas.

Vásquez se crió en Quito pero le gustaban sus viajes de infancia a las Galápagos. Era un paraíso que le llenaba los ojos de lágrimas cuando llegaba el momento de irse.

Cuando tenía 13 años, su familia se mudó con ella a San Cristóbal. Su abuelo participó en la fundación de uno de los primeros bancos de la isla, lo cual le permitió a la familia obtener residencia. Para su sorpresa, no había escuelas de danza. El baile había sido una forma de escapismo para Vásquez mientras su padre luchaba contra el abuso de sustancias y la economía de la familia era poco confiable.

“Siento que el arte es como un chaleco salvavidas que mantiene a flote.”

Belén Vasquez

“Yo sentía que siempre tenía que ser muy fuerte, porque soy la mayor de cinco hermanos y hermanas y tuve que luchar mucho por ellos”, declara Vásquez. “Trabajo desde los 16 años. Tuve que irme de la casa y trabajar para ellos. [En las Galápagos,] todo es mucho más fácil y el arte fue lo que me ayudó a salir adelante.”

Después de trabajar 10 años como administradora en el Ministerio de Cultura de Ecuador, la pandemia causó la suspensión de los proyectos. Vásquez dejó de trabajar en el ministerio y abrió su estudio en octubre del año pasado. Ahora, a los 41 años de edad, Vásquez se siente responsable de dar lecciones culturales a través de la danza.

“Parecía muy egoísta privar [a los isleños] de esa oportunidad,” afirma Vásquez. “Así que yo quería aprender y enseñar todo lo que me gusta a otras personas.”

En las tardes, Vásquez invita a jóvenes a su casa donde toman clases de pintura y luego clases de danza del vientre. En las noches, Vásquez enseña a mujeres mayores una variedad de formas de baile: danza del vientre como a las jóvenes, tango y otros bailes originarios de Ecuador y de otras partes del mundo. Mientras practican su forma y su técnica frente al espejo, el reflejo muestra sacos de boxeo detrás; Vásquez también les enseña a las mujeres a boxear.

A pesar de la reducción salarial que supuso dejar su empleo en el gobierno, Vásquez considera que su nuevo trabajo es más satisfactorio.

“Todavía estoy haciendo [educación artística y cultural] de una manera particular,” declara Vásquez. “Pero sí creo que las personas deberían entender que las clases de arte son tan importantes como las de matemáticas, porque en realidad el arte no es solo algo que le va a servir a la persona en el futuro, sino también una forma de expresarse y exponer todo lo que se tiene dentro.”

Su enseñanza involucra mucho más que aprender a mover las caderas al ritmo de una canción o a pasear un pincel por un lienzo.

Estuve en la clase de Vásquez una tarde de marzo, viendo a sus jóvenes protegidas practicar un baile. Las niñas practicaban vestidas con trajes iguales color turquesa que una modista local había cosido especialmente para ellas. Mientras balanceaban sus caderas con sus leggings con flecos –nunca exactamente al ritmo de la música, siempre con más o menos un compás de atraso– quedaba claro que Vásquez no estaba entrenando a estas chicas para ganar competencias o ser mundialmente reconocidas por su técnica sino que les estaba enseñando a sentirse orgullosas de la persona que veían en el espejo y fortalecer su autoestima y su confianza en sí mismas al hacerlo.

Belen dances with her students

With a performance nearing, Belén leads a class of young girls in a dress rehearsal.

“El espacio ha sido realmente diseñado para mujeres, porque no hay muchos espacios para mujeres, hay muy pocos,” explica Vásquez. “Seguimos viviendo en un lugar muy machista, donde el gobierno ha puesto muchas canchas de fútbol y ​​muchas canchas de voleibol donde se juntan solo hombres; las mujeres generalmente no practican deportes. Se hace solo para los hombres y no hay espacios para que las mujeres se motiven.”

Las lecciones que Vásquez da en sus clases forman una base sólida para la juventud de las Galápagos y son lecciones que una clase de arte quincenal no puede igualar.

Cambio de valores

Al centro de cualquier sistema educacional que no satisface las necesidades de los estudiantes se encuentra la falta de recursos. Esto resultó cierto para Plaza cuando no hubo manera de satisfacer las necesidades de su hijo; para Mendoza García cuando su rol de coordinador estudiantil se extendió al de orientador estudiantil; y para Vásquez cuando no se priorizó la educación artística.

Las historias de Plaza, Játiva, Mendoza García y Vásquez no son simplemente producto de la escasez de recursos. Si bien la puesta a disposición de fondos adicionales podría haber incentivado a los maestros de Játiva a esforzarse más para ayudarlo en clase, o haber implementado un programa de artes que promoviera la autoexpresión, lo que un sistema educacional tradicional parece incapaz de ofrecer son los valores que estos educadores han encontrado en sus esfuerzos individuales.

A través de su papel como presidenta de la Asociación de Corazones Unidos, Plaza ha animado a otros padres de niños discapacitados a conocer sus derechos. Mendoza García, junto a sus compañeros de la escuela secundaria Ignacio Hernández, ha elevado la importancia de la salud emocional de los estudiantes al nivel de importancia de la inteligencia académica. Vásquez ha puesto a disposición de las niñas jóvenes un espacio donde no solo aprenden bailes singulares, sino que, lo que es más importante, desarrollan resistencia a los embates del medioambiente social al hacerlo.

Plaza, Mendoza García y Vásquez están compensando las insuficiencias que hay en el sistema educacional de San Cristóbal, insuficiencias que algunos nunca han tenido que compensar hasta ahora.